LA
CRUZ PROCESIONAL DE CORRAL DE ALMAGUER

LA
CRUZ PROCESIONAL DE CORRAL DE ALMAGUER. (Una obra de extraordinario
interés en la transición de los siglos XVI y XVII)
INTRODUCCIÓN
La
iglesia de Corral de Almaguer atesoró a lo largo de su historia, una
importante colección de orfebrería religiosa, objetos litúrgicos y
vasos sagrados de plata y plata sobredorada con baño de oro, que la
convirtieron en la más impresionante de todo el Priorato de Uclés, por
encima incluso de Ocaña, considerada por aquel entonces la capital de
la comarca, por ser el lugar de residencia de los Maestres de la Orden
de Santiago.
Pero
para hacernos una idea de la trascendencia de ese importante tesoro
religioso, debemos trasladarnos antes al último tercio del Siglo XV (época
de los Reyes Católicos), que es cuando comenzamos a tener noticias de
los pueblos de la región.
Y
es que el Siglo XV resultó especialmente conflictivo para el reino de
Castilla. La presencia de monarcas débiles (Juan II y Enrique IV) que
dejaron en sus validos el gobierno de la nación, unido a la insaciable
ambición y continuos enfrentamientos de los diferentes clanes de la
nobleza, sumieron al principal reino de la Península Ibérica
(Castilla) en una continua sucesión de guerras fratricidas, que
culminarían con la llamada Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479)
entre los partidarios de Isabel la Católica y los de su sobrina Juana
la Beltraneja.
Las
consecuencias de esas incesantes guerras nobiliarias, que implicaban de
forma directa o indirecta a los habitantes de los pueblos, se tradujeron
en el hundimiento de la economía de los municipios y en la extensión
de la pobreza y la miseria entre sus habitantes.
En
el año 1478, el panorama de las localidades manchegas incluidas en el
territorio de la Orden de Santiago era especialmente desolador. Tras el
paso de la Guerra Civil de Sucesión, Montealegre estaba totalmente
despoblada y sólo conservaba en pie la casa de la encomienda, aunque en
mal estado. La aldea de Gúzquez, cercana a Villanueva de Alcardete,
pero dependiente del comendador de Villamayor, estaba despoblada y tenía
la casa de la encomienda caída por el suelo. La aldea de Mirabel (que
daría lugar a Miguel Esteban), “era
logar despoblado”. Pedro Muñoz era un lugar deshabitado
dependiente del Toboso y lo seguía siendo en 1495. En 1511 se afirmaba
al hablar de su iglesia: “que
fue parrochia en otro tiempo -siendo logar poblado- e agora está caída”.
Manjavacas, dependiente de la Mota, estaba también despoblada.
Belmontejo, cerca del Horcajo, estaba deshabitado en 1498, aunque todavía
permanecía en pie su iglesia “la
qual es una iglesia alta e de buenos edificios”.
Villaverde, cerca de Villamayor, sólo tenía 9 vecinos en 1495 y la
casa de la encomienda “está
toda caída salvo una sala que tienen las paredes enhiestas”.
En el año 1500 Palomarejos, cerca de la Puebla de Almoradiel: “es
un caserío en el qual viven quatro o cinco vecinos… está en ella una
iglesia derribada”. En 1511 vivía en Pozorrubio un
vecino, Pedro de León, que había construido unas buenas casas.
Corral
de Almaguer no sólo no se libró de las consecuencias de las guerras
nobiliarias, sino que como segunda localidad en habitantes del Priorato
de Uclés, se vio envuelta directa e indirectamente en las diferentes
contiendas, perdiendo primero su castillo en tiempos de Juan II y
posteriormente las murallas de la villa en la guerra de sucesión
castellana. Algunos edificios, como la ermita de la Virgen de la Muela,
fueron totalmente arrasados en los enfrentamientos, mientras otros, como
las antiguas casas de la Encomienda, tuvieron que ser restaurados en
profundidad.
EL
TESORO PARROQUIAL
Curiosamente
y a pesar de tanta destrucción y miseria, la iglesia parroquial de
Corral de Almaguer seguía atesorando por esas mismas fechas la mayor
colección de orfebrería religiosa de toda la comarca. Mientras en
algunos pueblos de alrededor se contentaban con un cáliz y no siempre
de plata, el inventario de la iglesia parroquial de Corral de Almaguer
en el año 1494 era francamente espectacular, tanto por la cantidad como
por la calidad de sus objetos litúrgicos.
Pero
veamos cómo nos lo describen los escritos de la época (año 1494):
“..Una
cruz de plata grande, labrada la mançana de maçonería, la qual está
en poder del comendador Collado por cierta plata que puso en el pie a
la dicha cruz..”.
Se
trataba de una cruz gótica grande -como las que existen en las
catedrales- adornada con imágenes, esmaltes y filigranas de plata, a la
que el comendador Juan Collado había decidido regalar el pie de manzana
o “macolla” donde
se incrustaba la cruz para sacarla en procesión. Esa macolla -por
cierto- había sido cincelada por un platero de Llerena (Badajoz).
“..Una
custodia grande de plata sobredorada que pesa ocho marcos poco más o
menos, la qual dicen que tiene empeñada el mayordomo que fue de la
dicha iglesia, que se llama Antón Sánchez Loçano..”. En
este caso los escritos nos hablan de la custodia de la parroquia que se
sacaba en procesión el día del Corpus (El Corpus era la principal
fiesta de la localidad en aquellos tiempos, pues la moda de los patronos
y patronas de los pueblos no calaría hasta después del Concilio de
Trento). El detalle de que estuviera empeñada no debe producirnos extrañeza,
ya que en esa época no era raro que los mayordomos de las iglesias empeñaran
los objetos y vasos litúrgicos de plata, para obtener dinero líquido
con el que pagar –como ocurría en este caso- a los canteros que
estaban reformando las naves del templo. Una vez que la iglesia cobraba
el diezmo, las sepulturas, limosnas y otros impuestos a los que tenía
derecho, volvía a recuperar la custodia.
“En
la visitación que hizo el obispo de Berito (Beirut-Líbano) por
comisión del Prior Don Juan de Velasco, paresce que había cinco cáliçes
con sus patenas, e agora no se hallan más de quatro”
“El
uno es dorado con su patena que tiene las armas del Infante”.
Era el cáliz más espectacular de la parroquia, pues estaba realizado
en plata sobredorada con baño de oro, adornado con el escudo del
Infante Enrique de Aragón y varias Cruces de Santiago
esmaltadas en el pie.
“Otro
cáliçe está en Ocaña a adobar”.
Lo de adobar significaba reparar. Es decir que se encontraba en Ocaña
para su arreglo, dado que desde la expulsión de los judíos dos años
atrás, Corral de Almaguer se había quedado sin plateros.
“Otros
dos cáliçes blancos tiene empeñados el dicho Antón Sánchez,
mayordomo”. Nos habla de dos cálices
de plata en su color, empeñados por el mayordomo –como hemos
comentado anteriormente- para obtener dinero líquido con el que pagar
las obras de la iglesia. Si esos cálices desaparecían o no eran
recuperados posteriormente, el mayordomo estaba obligado a reponerlos de
su bolsillo o se le embargaban de sus bienes.
“Otro
cáliçe dicen que se dio a fray Simón Fernández por los órganos, con
su patena”. En este caso sabemos
que, con el permiso del Prior, al organero que hizo los primeros órganos
de la parroquia (Fray
Simón Fernández) se le pagó su trabajo -entre
otros bienes- con un cáliz de plata con su patena.
“E
otro cáliçe con que dicen misa los cofrades de Santa María
(Magdalena) con su patena e la copa dorada”.
Este cáliz, de plata
sobredorada, es decir con baño de oro, era propiedad de la cofradía más
antigua de la población, la cofradía gremial de la Magdalena, que ya
contaba con retablo propio en la primitiva iglesia (muy probablemente
denominada de Santa María Magdalena), donde oían misa sus componentes.
“Otro
cáliçe pequeñito para comulgar de obra de tres onzas de plata”.
Este era el utilizado a diario
“Un
incensario de plata que pesa dos marcos con sus cadenas”.
Los incensarios de plata eran una rareza en los pueblos (donde lo normal
era que fueran de hierro o peltre), por lo que su presencia por esta época
en una parroquia, era signo de riqueza.
“E
unas ampollas de plata de obra, de seis onzas”.
En este caso nos están hablando de recipientes de plata labrados para
contener el óleo utilizado en ciertos rituales y el “olio
informorum” con el que se ungía a los enfermos y moribundos
durante la extremaunción.
A
lo largo del Siglo XVI, el tesoro de la parroquia no pararía de crecer
y renovarse, de forma paralela al crecimiento y desarrollo de la población.
Para que nos hagamos una idea, en el año 1600 la iglesia de Corral de
Almaguer poseía nada menos que tres cruces procesionales -al estilo de
las grandes catedrales- y sus objetos litúrgicos de plata y ornamentos
sagrados, bordados en relieve con hilos de oro y plata, eran francamente
espectaculares.
MAESTROS
PLATEROS
En
lo que se refiere a los artífices de estas obras de arte y a pesar de
la escasa documentación al respecto, sabemos por algunos escritos de la
Orden de Santiago que uno de los cálices de Corral de Almaguer era obra
de Francisco Becerril,
el gran orfebre de la Catedral de Cuenca y uno de los más afamados
plateros españoles del Siglo XVI. Que la macolla de la gran cruz
procesional de la parroquia –donación del Comendador Collado- la había
realizado un platero de
Llerena (Badajoz). Conocemos también que Juan
Ramírez, platero de Ocaña afincado en Toledo, autor de las
mazas del Ayuntamiento de aquella ciudad y de varios trabajos para la
Catedral, fue el artífice de una segunda cruz procesional para la
parroquia de Corral de Almaguer, por la que cobró 17.000 maravedíes en
el año 1515 (sin la manzana o macolla). Sabemos que en 1524, otro
platero denominado Jerónimo
de Guadalupe, cobró 600 maravedíes por la hechura de un cáliz
para una de las capellanías de la iglesia y que en el año 1600 se
pagaron 500 reales al platero Gregorio
de Baroja (uno de los más afamados artífices de Toledo),
por hacer un nuevo cáliz para la ermita de la Virgen de la Muela, (que
pesaba 4 marcos y una onza y media) con la plata procedente de una
corona y un cáliz viejos.
Pero
como dice el Eclesiastés -por poner un ejemplo acorde con el tema que
nos ocupa- “todo tiene su
tiempo y cuanto existe bajo el sol tiene su hora”. Y el fin
del espectacular tesoro de la iglesia parroquial de Corral de
Almaguer llegó tras la invasión francesa y el robo y la rapiña de los
soldados galos durante la Guerra de la Independencia (1808-1812). Para
colmo de males, algunos de los pocos cálices que se habían salvado,
propiedad de las ermitas y Monasterios en su gran mayoría, fueron
posteriormente vendidos durante la desamortización de Mendizábal.
Pero
no todo se perdió. A pesar de la destrucción de las guerras, las
confiscaciones, incautaciones, roturas y deterioros, la iglesia
parroquial de Corral de Almaguer conserva aún en perfecto estado, una
de aquellas espectaculares cruces procesionales del siglo XVI que
formaban parte del tesoro
parroquial. Los avatares del destino, quisieron que sobreviviera también
a la destrucción de la última Guerra Civil, gracias a los mismos
republicanos amantes del arte y la cultura que salvaron los cuadros del
Museo del Prado. Conocedores de la riqueza artística que albergaba la
población, incautaron todos los cuadros y obras de arte que encontraron
a su paso, tanto en la iglesia, como en el Monasterio de Clausura y en
las casas principales de la localidad. Junto a los cuadros, se llevaron
también dos bibliotecas de familias principales, además de varios
muebles valiosos y la cruz procesional de la parroquia de Corral de
Almaguer.
La
Cruz procesional de Corral de Almaguer (112 x 59 cms) según fotografía
del Conde de Cedillo fechada entre 1905-1910.
Los
mencionados objetos fueron depositados en la Basílica de San Francisco
el Grande de Madrid, donde permanecieron ocultos todo el tiempo que duró
la Guerra Civil. Acabada la contienda, todos los cuadros y objetos
fueron devueltos a sus dueños, y cuando tocó el turno de recoger la
cruz procesional, fue avisado el párroco don Prudencio, titular por
aquel entonces de la parroquia, para que se presentara en Madrid.
Contaba Dolores Plácido –que me informó personalmente de estos
detalles- que cuando llegaron a San Francisco el Grande se encontraron
con un montón de cruces procesionales de parecidas características,
salvadas también de la incultura popular. El problema surgió cuando,
al ir a recogerla, comprobaron que la macolla o manzana donde se
incrustaba la cruz para sacarla en procesión, se había desprendido al
ser una pieza independiente y lo mismo le había ocurrido a otro montón
de cruces procesionales allí depositadas. Ese contratiempo hizo que no
fueron capaces de identificar la macolla concreta que pertenecía a la
cruz de Corral de Almaguer y se volvieran al pueblo sin ella. Y aunque
los encargados quedaron en que les avisarían cuando los demás hubieran
recogido sus respectivas cruces y quedase una sobrante, la realidad es
que jamás lo hicieron y la manzana o macolla de Corral de Almaguer debió
acabar en la cruz de otra población o vendida a los anticuarios (no
debemos olvidar que eran años de penurias económicas y estas piezas de
plata valían una fortuna). En resumidas cuentas: que la Cruz
Procesional de Corral de Almaguer regresó a su lugar de origen, pero
sin la parte que permitía sacarla en procesión el día del Corpus y
que se encontraba además bellísimamente decorada con figuras y
relieves renacentistas.
El
bueno de don Prudencio ignoraba que existía una fotografía anterior a
la Guerra Civil que le hubiera ayudado a encontrar la perdida manzana de
la cruz procesional. Gracias a esa fotografía realizada por don Jerónimo
López de Ayala (Conde de Cedillo) entre 1905 y 1910 para su Catálogo
Monumental de la Provincia de Toledo, hoy podemos conocer el aspecto
completo de la cruz procesional de Corral de Almaguer.
LA
CRUZ PROCESIONAL DE CORRAL DE ALMAGUER
Algunos
Datos Históricos
Se
trata de una bellísima cruz procesional, construida en el último
cuarto del Siglo XVI, con el estilo manierista propio de finales de
siglo, pero
también con algunos tímidos detalles geométricos que anuncian ya la
pureza de líneas y formas del XVII.
En
el Libro de Visitas de la Orden de Santiago fechado en el año 1603, se
contiene la siguiente descripción: «Una
cruz de plata grande dorada labrada a lo romano, el pie de manzana
ochavado en relieve con figuras de Nuestra Señora e Apóstoles e con
unos esmaltes encima de los tabernáculos azules. E la cruz ansimismo
labrada a lo romano con muchas imágenes y esmaltada de azules y verdes,
que pesa toda con pie, sin la madera, quarenta e siete marcos, e cinco
onzas con su madera. La qual se hizo en lugar de otra que había en el
tiempo de la visita pasada, labrada de maçonería que pesaba treinta e
dos marcos e siete onzas».
Además
de aportarnos datos sobre la frecuencia de renovación de las cruces
procesionales, ya fuera por caídas y roturas durante los desfiles
religiosos, ya por considerarlas pasadas de moda (En la parroquia de
Corral de Almaguer hay constancia de estos dos extremos), el presente
documento nos informa supuestamente sobre la fecha de su construcción: «La
qual se hizo en lugar de otra que había en el tiempo de la visita
pasada». El problema es que la última visita conocida
data del año 1562 y es bastante probable que desde esa fecha hasta el
final de Siglo hubiera alguna más. Es por ello que, como mayor
aproximación, nos atrevemos a datar la cruz en el último cuarto del
Siglo XVI.
El
siguiente documento que nos añade algunos detalles sobre la cruz
procesional, procede del año 1798 y se trata de una descripción de la
Encomienda de Corral de Almaguer encargada por el Infante Antonio
Pascual de Borbón, hermano de Carlos IV y titular de la encomienda. En
el apartado de la plata de la Iglesia, se recoge: «Una
cruz grande de plata sobredorada que pesa 171 onzas, en la que hay
grabados algunos pasos de la vida de Nuestra Señora y cuatro efigies de
San Pedro, San Juan, San Pablo y Santiago. Y la cruz, con su armazón de
madera y tornillos, pesa 248 onzas. Tiene grabados los principales
misterios de la Pasión y, en un óvalo grande, la ciudad de Jerusalén
con un crucifijo en medio de cuerpo entero». Como
podemos apreciar, en este caso comienza describiendo la macolla de la
cruz y continúa con la cruz propiamente dicha.
Datos
técnicos, estructurales y ornamentales
Se
trata de una cruz de plata sobredorada, excepto el cuadrón central por
la cara anterior que aparece en el color de la plata original, así
como los pares de óvalos o cabujones historiados que adornan cada brazo
y pie de la cruz, en otro tiempo cubiertos de esmaltes verdes y azules,
y en la actualidad adornados con picados de lustre.
La
presente cruz, fabricada con gruesas planchas de plata fundida,
cincelada y grabada, sobre alma de madera, presenta forma de cruz
latina, con una medida aproximada de 70 x 59 centímetros y se ajusta en
su morfología al diseño recogido por Juan
de Arfe Villafañe en su libro “De
Varia commensuración para la esculptura y architectura (1580-1585)“.
Es decir: brazos planos de contornos rectos o ligeramente ondulados
(mixtilíneos), con un ensanche hacia la mitad y extremos abultados con
forma romboidal resaltada por perillones.
Desde
el punto de vista de la ornamentación, la cruz se encuentra
profusamente adornada, con la decoración manierista propia de finales
del Siglo XVI y las primeras formas geométricas del XVII. Es por ello
que, sobre un fondo de cartelas, cueros recortados y espejos, se
intercalan en cada brazo dos cabujones con inscripciones latinas y dos
placas cuadrangulares (rectangular la del centro y cuadrada la del
final) con escenas grabadas de la
Pasión de Cristo. El contorno perimetral de cada brazo, se encuentra
resaltado por las terminaciones de las cartelas y por “ces”
engarzadas con remates en forma de flama, en cuya concavidad se alojan
sendos espejos. Las terminaciones romboidales de cada brazo, aparecen
resaltadas a su vez, por espejos y cabezas de querubines alados, de los
que surgen los perillones que las coronan.
El
cuadrón central es redondo, con una greca que recorre todo su perímetro
y con la Jerusalén celestial burilada como fondo en su parte delantera,
mientras en la trasera aparece un robusto relieve sobredorado de san
Juan Bautista en la edad adulta, señalando con el dedo al cordero místico.
El cuadrón se encuentra a su vez resaltado en su exterior, por cuatro
alargados pináculos que surgen entre los cuatro brazos de la cruz
El
conjunto está presidido por una bellísima figura de Cristo muerto, de
bulto redondo y de suaves líneas anatómicas. Se trata de un
crucificado de tres clavos con formas apolíneas y la cabeza inclinada
hacia abajo y a la derecha. No lleva corona de espinas y el breve paño
de pureza anudado hacia el lado derecho, deja entrever en todo su
esplendor las formas anatómicas del desnudo masculino.
En
lo que se refiere a la manzana o macolla y a pesar de haberse extraviado
durante la guerra civil, conocemos por la fotografía del Conde de
Cedillo y las descripciones de varias épocas, que estaba formada por un
cañón apilastrado de forma cuadrangular, que se ensanchaba en su parte
superior a modo de bocel y que sustentaba la manzana propiamente dicha.
Esta manzana o macolla, estaba formada por dos cuerpos. El cuerpo
inferior más grande y con forma de templete octogonal, albergaba en
cada uno de sus lados hornacinas con relieves de la vida de la Virgen,
alternados con figuras de apóstoles (San Pedro, San Juan, San Pablo y
Santiago) separadas por columnillas abalaustradas. El cuerpo superior, más
pequeño y a modo de linterna del templete inferior, presentaba forma
cuadrada, y se encontraba decorado con relieves y esmaltes azules.
ICONOGRAFÍA
Si
por algo destaca la cruz de Corral de Almaguer, además de por su
factura y bellas proporciones, es por su riqueza iconográfica. Tanto el
árbol
como los brazos de la cruz, se encuentran decorados con abundantes
relieves sobre la Pasión de Cristo (8 por cada lado), intercalados con
el mismo número de frases bíblicas en latín, procedentes del antiguo
y nuevo testamento.
ANVERSO DE LA CRUZ
Anverso
de la Cruz Parroquial de Corral de Almaguer (Museo Parroquial)
Brazo
superior o Cúspide de la Cruz
Comenzando
por el anverso y en su parte superior o cúspide, encontramos una placa
cuadrada con el clásico relieve
del Pelícano alimentando con su sangre a sus polluelos, símbolo
claro del sacrificio de Cristo para redimir a los hombres y clara metáfora
de la Eucaristía.
Un
poco más abajo descubrimos uno de los cabujones ovalados picados de
lustre, con una frase bíblica grabada en su superficie. En este caso “VICIT
LEO DE TRIBU” que nos viene a recordar el apocalipsis en
su capítulo 5 versículo 5, que dice textualmente: (He aquí el león
de la tribu de Judá).
Relieves
del Pelícano y Cristo Resucitado, en la cúspide de la Cruz Procesional
de Corral de Almaguer
Descendiendo
nos encontramos con una nueva placa de forma más o menos rectangular,
en la que aparece el relieve de la Resurrección
de Cristo triunfante, con los soldados que custodiaban la
tumba estupefactos y caídos a sus pies.
Finaliza
esta parte del árbol de la cruz, con otro cabujón ovalado que contiene
la frase latina más repetida en esta cruz: “LAVIT
NOS A PECATIS”, que se correspondería con el capítulo
1 versículo 5 del Apocalipsis de San Juan, que dice textualmente: Lavit
nos a pecatis nostris in sanguine suo y se traduciría como (Nos libró
de nuestros pecados con su sangre)
Brazo
Derecho
En
el extremo de este brazo, nos encontramos con un bello relieve cuadrado
que representa El
Prendimiento y beso de Judas, símbolo de la traición de los
hombres. Se trata del momento justo en el que Judas, con la bolsa del
dinero en la mano, besa a Jesús. La escena es muy dinámica y alberga
muchos personajes, en su mayoría soldados romanos.
Si
continuamos en dirección al cuadrón central, descubriremos un nuevo
cabujón con la frase bíblica anteriormente mencionada, “LAVIT
NOS A PECATIS” que se repite igualmente en el otro óvalo
que alberga el brazo derecho.
A
continuación nos encontramos una nueva placa en relieve con la Oración
en el huerto de los olivos y con la representación de
Cristo orando en el momento en que un ángel le presenta el cáliz y los
apóstoles duermen ajenos a lo que estaba por acontecer.
El
otro óvalo o cabujón que aparece a la izquierda de la placa
anteriormente mencionada, recoge como ya comentamos, la frase más
repetida de la cruz: “LAVIT
NOS A PECATIS” lava nuestros pecados o límpianos de
nuestros pecados
Brazo
Izquierdo
Al
final del brazo izquierdo, encontramos una bella placa cuadrada con el relieve
del Lavatorio de los pies, en el momento en que Pedro le
reprocha a Jesús que sea él el que los lave. En la escena aparecen
también la Magdalena y varios apóstoles de fondo.
Siguiendo
con la simetría de los brazos de la cruz, a continuación aparece un
cabujón ovalado con la frase “ECCE
FILIUS TUUS” que recoge el momento en que Jesús se
dirige a su madre y le dice: mujer ahí tienes a tu hijo (Juan 19,
26-27).
Entre
el anterior cabujón y el siguiente, encontramos una placa rectangular
con el relieve del Ecce
Hommo. Cristo aparece sentado con la caña en las manos a
modo de cetro, ante la burla de los soldados romanos de su alrededor.
El
siguiente motivo ornamental, pegado ya al cuadrón central, es
otro cabujón historiado, pero cuya frase latina es difícil de
traducir, por encontrarse muy desgastada y tapada en parte por el brazo
del crucificado. Con todo y con eso, parece leerse “OMNES HOMINES
VIDENT EVM” Frase extraída del Libro de (Job 36,25) que
viene a significar que Todos los hombres lo pueden ver.
Pie
de la Cruz
En
el extremo de esta parte de la cruz, justo en la zona de la que parte el
vástago que la unía a la macolla, encontramos una placa cuadrada con
un bello relieve de Jesús
camino del calvario, en el momento en el que el Cirineo se
ofrece para ayudarle a soportar el peso de la cruz. La escena es
contemplada por las Santas Mujeres.
En
dirección al cuadrón central, lo siguiente es un cabujón ovalado con
la frase: “PRINCIPATUSS V.P.H.” una
frase grabada en uno de los ángeles del puente de Sant’Angelo de
Roma, que recoge un escrito del profeta Isaías capítulo 9 versículo 6
(Principatus super húmerum eius). Su gobierno cae sobre sus hombros.
El
relieve de Jesús camino del Calvario con el Cirineo y las Santas
Mujeres y, más arriba, la Flagelación de Cristo tapada en parte por el
crucifijo
Siguiendo
con el orden simétrico que ofrecen las distintas partes de la cruz, lo
siguiente es una placa rectangular con el relieve de la
flagelación de Cristo. En la escena, Cristo aparece
amarrado a la columna, mientras los sayones lo azotan con saña.
El
siguiente ornamento del pie de la cruz en dirección al cuadrón
central, lo constituye otro cabujón con frase bíblica, que en esta
ocasión no hemos podido traducir por encontrarse tapada totalmente por
el crucificado.
Como
el pie del árbol de la cruz es más largo que el resto de los brazos,
queda aún un espacio por decorar hasta llegar al cuadrón central,
ocupado por una placa rectangular con motivos geométricos y un óvalo o
espejo liso que limita ya con el centro de la cruz y que podemos
apreciar mejor en el reverso de la cruz.
REVERSO
DE LA CRUZ
Brazo
superior o Cúspide de la cruz
El
extremo de la cúspide de la cruz, al igual que el anverso, se encuentra
ocupado por una placa en relieve cuadrada que representa en este caso a la
Verónica arrodillada, en el momento en que muestra
el paño con el que había limpiado la sangre y el sudor de la cara de
Jesucristo.
Descendiendo
hacia el centro de la cruz, encontramos un cabujón con la frase: “TRAHE
ME POST TE”. Una profunda reflexión del Cantar de los
Cantares (Cap.1 Vers.4) que viene a significar “Llévame en pos de tí”
y que puso título a un bellísimo motete del gran compositor español
del renacimiento Tomás Luis de Victoria, así como del gran compositor
italiano de la misma época Giovanni Pierluigi Palestrina.
La
Verónica en la parte superior y el Padre Eterno en la inferior, decoran
esta parte de la Cruz procesional.
A
continuación encontramos, al igual que en el resto de los brazos de la
cruz, otra placa en relieve -en este caso rectangular- que recoge la
figura de Dios padre portando el orbe con la mano
izquierda, mientras bendice con la derecha.
Termina
la decoración de esta parte de la cruz, otro cabujón con fondo de
picado de lustre, en el que se contiene la frase: “IND
CREDI ET IN AB V” que viene a significar: In Deo credi
et in ab uno vero Deo. (Creo en Dios y solo en un Dios verdadero)
Brazo
Derecho
Al
final del brazo derecho, donde la cruz se ensancha en forma romboidal,
encontramos una placa cuadrada con un bellísimo relieve que representa El
llanto sobre Cristo muerto. La Virgen, con tocas de luto,
sostiene el cuerpo inerte de su hijo en la clásica postura de la
Piedad, acompañada por la Magdalena y San Juan a los pies de Jesús y
un bote de perfume para embalsamarlo. En posición erguida, José de
Arimatea y Nicodemo comentan el escaso tiempo del que disponen para
embalsamarlo y enterrarlo.
Como
en el resto de los brazos y en dirección al centro de la cruz, lo
siguiente es un cabujón con la leyenda “FASCÍCULUS
MIRRE”. Una frase extraída del Cantar de los Cantares
del rey Salomón, que en su capítulo 1 versículo 13, recoge en su
totalidad: mi amado es para mí como un ramillete de mirra que
reposa entre mis pechos.
Los
relieves del Llanto sobre Cristo Muerto a la derecha y San Juan
Evangelista a la izquierda ornamentan el brazo derecho de la cara
posterior de la Cruz.
El
siguiente motivo decorativo de la cruz es, una vez más, una placa de
aspecto rectangular con el relieve en este caso del apóstol
San Juan Evangelista aún mozo, sentado
y con las manos entrecruzadas en actitud orante, mientras en las
rodillas descansa un largo rollo de pergamino como símbolo de su faceta
de escritor del apocalipsis. Junto a él, la presencia del Águila que
lo representa en las diferentes iconografías.
Acaba
la decoración del brazo derecho, al igual que ocurre en los otros
brazos, con un cabujón picado de lustre que alberga en relieve una
frase muy relacionada con San Juan: “ECCE
FILIUS TUUS”, pasaje del Nuevo testamento, concretamente
del Evangelio de San Juan (Juan
19, 26-27), en el que Cristo en la cruz se dirige a su madre y le dice:
“mujer ahí tienes a tu hijo”.
Brazo
Izquierdo
En
el remate del brazo izquierdo, encontramos una placa cuadrada con el
relieve del Entierro de
Cristo, en el que José de Arimatea y Nicodemo trasladan
el cuerpo de Jesús a la tumba de piedra que se trasluce al fondo de la
escena. La Virgen en el centro llora desconsolada con las manos
entrecruzadas, mientras San Juan, detrás de la Virgen, intenta
confortarla.
El
siguiente motivo decorativo es, al igual que en el resto de los brazos,
un cabujón picado de lustre, con una frase bíblica, en este caso “LAVIT
NOS A PECATIS” grabada en su superficie. Frase que ya
comentamos con anterioridad por ser la que más se repite en la cruz y
que se traduce como:
Lavit nos a pecatis nostris in sanguine suo (Nos libró de nuestros
pecados con su sangre).
Los
relieves del Entierro de Cristo y la Virgen Dolorosa, decoran el brazo
izquierdo de la cara posterior de la Cruz procesional.
Continuando
hacia el centro de la cruz, encontramos una placa de forma rectangular,
con el grabado de la Virgen
arrodillada y descalza con los brazos cruzados sobre el pecho en
actitud de desesperación y cubierta con las tocas de luto. Una
iconografía que recuerda a la Virgen de los Dolores.
Finaliza
la decoración del brazo con otro cabujón que alberga la misma leyenda
que el anterior y que como ya conocemos, recoge la frase: “LAVIT
NOS A PECATIS” Lavit nos a pecatis nostris in sanguine
suo (Nos libró de nuestros pecados con su sangre).
Pie
de la Cruz
En
el remate de esta parte de la cruz, justo en el lugar donde se unía a
la macolla, aparece una placa cuadrada con un precioso relieve
del Descendimiento de la Cruz. Un relieve dotado de mucha
plasticidad, en el que los personajes de La Virgen, San Juan, la
Magdalena, Nicodemo y José de Arimatea, se esfuerzan en bajar el cuerpo
de la cruz.
Le
sigue hacia arriba un cabujón con la ya consabida frase repetida en
esta cruz de Corral de Almaguer: “LAVIT
NOS A PECATIS” Lavit nos a pecatis nostris in sanguine
suo (Nos libró de nuestros pecados con su sangre).
Continúa
en dirección ascendente con una placa de forma más o menos
rectangular, que contiene el relieve de la
Magdalena Penitente sentada mirando al cielo y con los
brazos abiertos.
El
pie de la cruz, en su cara posterior, nos muestra los relieves del
Descendimiento y de la Magdalena penitente.
Siguiendo
la superficie del pie de la cruz en dirección hacia el cuadrón
central, nos encontramos con un nuevo cabujón historiado que recoge en
este caso la frase: “PATER
SI POSIBILE”, extraída del evangelio de (Mateo 26, 39)
que en su totalidad recoge: PATER SI POSIBILE EST, TRANSEAT AT ME CALIX
ISTE. (Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz).
Al
igual que ocurriera en el anverso, al tratarse de una cruz latina, el
pie es más largo que el resto de brazos, por lo que queda un espacio
extra por decorar en dirección al cuadrón central. Superficie que se
encuentra ocupada por una placa rectangular en el color de la plata, con
un fondo decorado con motivos geométricos y vegetales. A dicha placa le
sucede en dirección ascendente y limitando ya con el crucero, un óvalo
o espejo sobredorado con la superficie totalmente lisa.
CONCLUSIONES
La
cruz procesional de Corral de Almaguer es un magnífico exponente de la
platería renacentista de finales de siglo (de gran mérito la calificó
el Conde de Cedillo), en la que conviven las formas y representaciones
iconográficas del último tercio del Siglo XVI, junto a las incipientes
muestras de decoración geométrica del XVII.
Detalle
del Cuadrón central por su cara posterior, con el relieve de San Juan
Bautista adulto señalando con el dedo al Cordero místico
Aunque
por el momento no hemos encontrado punzones ni contrastes de platero que
nos puedan orientar sobre su autoría, muchos detalles de su composición
e iconografía nos hacen encuadrarla en el círculo
Toledano-Complutense, con claras influencias de Marcos Hernández,
Gaspar de Guzmán, Gabriel de Ceballos e incluso del propio Francisco
Merino. Por otro lado, no debemos olvidar que en los escritos arriba
mencionados, se habla de que la presente cruz se hizo en lugar de otra
anterior que, probablemente, había sufrido alguna rotura o percance. Es
por ello que no podemos descartar que se reutilizaran algunas piezas de
la cruz precedente (quizás los relieves) y por eso el nuevo platero se
negase a firmarla al no ser totalmente de su creación, aunque esto último
no deja de ser una suposición. No obstante, no debemos olvidar que a
finales de siglo Gregorio de Baroja estaba realizando trabajos para la
parroquia de Corral de Almaguer, por lo que no es descabellado pensar en
la posible autoría de este afamado platero de la capital Toledana,
autor –entre muchas otras obras- de una de las cruces de la Catedral
Primada, o las custodias procesionales de Mazarambroz y Herrera del
Duque, por poner algunos ejemplos.
La
presente cruz, cuya falta de macolla le hace perder esbeltez, ha sufrido
con el paso de los siglos el desgaste y maltrato propios de su función
procesional, tal y como parecen confirmar algunos golpes y desgastes
constatables en los relieves, la presencia de dos antiguos orificios en
la sujeción posterior de los brazos de la cruz, además de la pérdida
de los esmaltes de los cabujones y la posible reordenación de estos últimos
en alguno de los arreglos.
Agradecimientos
Este
trabajo de investigación ha sido posible gracias a las magníficas
fotografías de Víctor Sánchez
Infantes y a las facilidades de la parroquia de Corral de
Almaguer presidida por el párroco Jesús
Serrano Ruiz
RUFINO
ROJO GARCÍA-LAJARA
|